martes, 17 de noviembre de 2015

    LA TURUMAMA.
La turumama   antes de  empezar a regar  su llanto  por los caminos  había  sido  una mujer  como todas,  solo  que algún maleficio  hubo  de perseguirla  desde  si niñez  cuando  corría  y cantaba  por los montes  y no hacía más que arrancar  las flores  de los calabazos  y las higueras.
Al  crecer  no se despegó  de aquellas costumbres, hacía  caso  omiso  de las  súplicas  de su madre  cuando le pedía  insistentemente  que no se alejara  de su choza,  que le ayudara  a desgranar  las  mazorcas de maíz, a  hilar  lana  o a cocinar.
Y sucedió que uno de esos días cuando se dedicaba a  vagar, habiéndose sentado  en un peñasco, se le presento  el arco iris  y encontrándola sola,  la preño. Quedo embarazada  de aquel endriago  sobre natural.
A los pocos días  comenzó a sentir  fuertes dolores, a veces le parecía  que se le desgarraban las entrañas  y que se moriría de un rato para otro.
Trascurrió el tiempo y la joven muchacha tuvo  que prepararse para  dar a luz.  Se fue  al rio,  solitaria , como hacía  desde tiempos  inmemoriales  las mujeres  indias,  ellas no necesitaban  si no  del agua  para lavar la criatura  que  parían. Cuando estuvo allí,  con el cuerpo completamente  empapado de  sudor y encogido  como si llevara un gran peso  a  horcajadas, como si fuera a reventarse y a  dejar salir de ella  un espanto, se recostó constreñida. Pujaba,  se encogía  y más pujaba  soltando gritos  desabridos.
 La mujer con los dolores  tan intensos  que sentía,  apenas  si alcanzo  a sacar  al niño  de su vientre,  apenas pudo hacer eso antes de desmayarse , la criatura  se aflojo  de sus manos  y cayó  en la corriente  del rio  que se lo llevo  en su caudal.
Cuando la  parturienta  se recobró  lo primero que hizo  fue clamar desesperada por su hijo. Desde entonces comenzó a buscarlo por todos los riachuelos, ríos y montes  que había andado y por todos los lugares  se empezó a escuchar su llanto  y sus quejidos profundos.
Pero además  de la pena  a que  había estado  destinada  la “turumama”  sufrió  una horrible transformación, conforma buscaba  a su hijo su cuerpo  enflaquecía, sus manos  se tornaban largas y huesudas , sus cabellos  eran una completa maraña, y lo que es más,  sus senos  se alargaron extremadamente, tanto que para poder caminar  tiene que tirar de ellos hacia los hombros, pero  siempre se le vuelven a caer. Su cara  siempre aparece enlodada  y  revuelta con ceniza, muchos de los que la han visto, han Oído  cuando  con su voz  lastimera  dice: “ay…ayyyy… donde lo hallare… donde lo encontrare…”
La turumama  está destinada  a vagar  por los caminos en búsqueda  del recién nacido que perdió. Frecuentemente  visita los ranchos,  cuando esto ocurre las gentes esconden  a sus hijos porque ella puede robarles alguno  pensando que es el suyo.  Llega  llorando y gimiendo sordamente. Cuando  en sus visitas se encuentra  un fogón, se lleva  a la boca los carbones encendidos,  así descansa para continuar en la búsqueda eterna, en la interminable llamada  del hijo  que se le llevo el rió.

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